Las cataratas de Ouzoud, un paraíso muy cerca de Marrakech

Escrito por: Victor Alós    20 agosto 2014     2 minutos

El viaje a Marruecos no puede concebirse sin acercarse al mundo salvaje que nunca puede faltar en una visita a África. El interior de este país vecino oculta no pocos tesoros naturales, que aunque tienen cierta presencia humana, en forma de edificios y la inevitable explotación turística, son mucho más naturales de lo que nos puede parecer. Ahora puedes encontrar viajes y vuelo + hotel a precios imbatibles.

Las cataratas de Ouzoud están situadas a unos 150 km de Marrakech y se accede a ellas a través de una carretera algo angosta. Las cerca de las tres horas que dura el trayecto puede depararnos muchas sorpresas. En pleno mes de agosto puedes verte sorprendido por un aguacero y diez minutos después estar a los habituales 45 grados de temperatura. Eso, sin contar con los tornados que pueden atravesar la carretera sin previo aviso.

Al llegar a Ouzoud se encuentra el viajero los inevitables guías, que se ofrecen para acompañar al turista en la bajada, con las correspondientes paradas en los miradores para admirar los 110 metros de caída de agua que dan forma a estas cascadas, las más altas del Norte de África.

El recorrido está lleno de restaurantes y es seguro que el guía te ofrecerá comer en uno de ellos. Son restaurantes muy humildes, y en la mayoría se comen platos tradicionales, hechos con cuidado y en general, bastante apetitosos.

En la base de las cascadas se puede alquilar una pequeña embarcación con la que un joven marroquí puede acercar al visitante lo más cerca posible a la caída de agua. Una experiencia que no hay que perder si se ha bajado hasta allí. Normalmente se puede tomar un refrescante baño allí, si no ha llovido, ya que en ese caso el agua, normalmente cristalina, puede estar llena de barro y no es demasiado agradable.

No es necesario tener un guía, ya que el camino de subida es el mismo que el de bajada y no se necesita. Eso sí, con un guía se puede optar por cruzar el río y acometer la subida por la otra orilla, más salvaje, con una simple senda para llegar hasta arriba pero con la posibilidad de poder ver los monos que viven libres en esos bosques.

Foto | Víctor Alós – Flickr


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