Pripyat, la ciudad fantasma

Pripyat, la ciudad fantasma

Escrito por: Xavi    20 agosto 2016     2 minutos

Al turismo se le ponen muchas etiquetas: del sol y playa, familiar, de aventura, enólogico … También existen etiquetas más raras, como podría ser la del turismo radiactivo, y que siempre hay gente a la que le va cosas más extrañas a la hora de viajar, como por ejemplo visitar la ciudad de Pripyat.

Prypiat se encuentra a sólo 4 kilómetros de la central de Chernóbil

Pripyat es la ciudad fantasma por antonomasia. Una urbe en la que llegaron a vivir alrededor de cincuenta mil personas y en la que ahora no vive nadie, salvo los fantasmas del pasado y la vegetación que ha crecido libremente, alrededor de los edificios que todavía siguen en pie, de todo lo que sigue ahí, tal y como estaba a finales de abril de 1986.

Pripyat es la mayor ciudad que sufrió los efectos de la mayor catástrofe nuclear sufrida hasta la fecha en nuestro planeta, el accidente de Chernóbil. No era una ciudad cualquiera, era la ciudad que se creó en 1970 para que vivieran en ella los trabajadores de la central, junto con sus familias. Era la ciudad que tuvieron que dejar, tras el desastre, debido a los altos niveles de radiación.

Como punto popular de la llamada zona de alineación, un espacio de alrededor de 30 kilómetros de radio que fue la zona más afectada, Pripyat siempre ha despertado interés. Ya saben, el ser humano siempre se ha sentido atraído por lo desconocido y lo prohibido, así que desde siempre ha buscado como colarse en esta zona y pasear por esta ciudad fantasma.

La apertura de la Zona Muerta al turismo levantó y sigue generando mucha polémica

Desde hace un tiempo, esto ya es posible sin recurrir a la ilegalidad, pues se organizan visitas turísticas. Los niveles de radiación han disminuido (aunque siguen estando por encima de lo normal) y esto ha abierto la posibilidad de abrir Pripyat y ciertas partes de La Zona al turismo. Un lucrativo negocio para conocer una ciudad apocalíptica y que se vende como una excursión educativa.

Las visitas se hacen siempre con guías y en grupos reducidos. Además, hay que tener en cuenta importantes medidas de seguridad, como por ejemplo no llevar comida, no llevar partes del cuerpo al descubierto (salvo lo ensencial), no tocar nada y, muy importante, no intentar llevarse nada de recuerdo de la zona de exclusión.

Las excursiones no son muy caras, pues el precio que oferta la mayoría de agencias ronda los trescientos euros por persona. Así que el principal problema es encontrar disponibilidad, pues aunque pueda parecer sorprendente hay bastante demanda. No es que el turismo radiactivo esté de moda, pero sí que tiene sus seguidores.

Foto | Flickr – Eamonn Butler